★ Thought Bubble ★

por **Anya Cooper** Jue Sep 03, 2015 3:08 am

I

Finalmente, después de haberle dado demasiadas vueltas, he decidido que voy a convertir este cuaderno en mi mayor confidente. Mira que no he tenido diario en casi mis 29 de vida, ni siquiera durante la adolescencia (en la cual es típico que las chicas tengan uno en el que escriben mil tonterías acerca de sus amores platónicos o sobre lo que comió tal día a tal hora)…¿el porqué?. Muy sencillo: tenía miedo. Pensar que existía una pequeña posibilidad de que pudiera ser leído por otra persona que no fuera yo…me llenaba de agonía. Porque claro, en comparación con otras, hablaría de cosas drásticamente distintas, empezando por comentarios violentos hacia Bastien y acabando en descripciones de algunos de mis asesinatos. ¿Precioso, verdad?.

Whatever, no sé si ese será el propósito de esto. La idea vino a mi mente cuando esta mañana me desperté a causa de una pesadilla por décima vez consecutiva. Sí, durante exactamente doce noches, he estado teniéndolas…lo que me da a entender que ya ni siquiera podré librarme mientras duermo de la realidad en la que vivo. Las 24h, en todos los canales de televisión. Abras o cierres los ojos, están ahí. Por esa razón, no he podido evitar tener que correr en busca de un nuevo refugio; quizás no sea tan poderoso como para hacerme olvidar, pero al menos puedo desahogarme libremente. Porque aunque conozca muchas personas, no existe ni una a la que pueda contarle todo (o casi todo) acerca de mi vida. Y eso me enerva, porque pase el tiempo que pase, los demás seguirán teniendo una opinión demasiado buena acerca de mí. ¿Qué puede haber más allá de la dulce, algo alocada y buena de la profesora Cooper?. Oh, si tan sólo supieran…

Llega el momento, habiendo pasado un tiempo razonable, en el que puedo decir que me he acostumbrado a todo esto. A las mentiras, a la sangre, al sufrimiento ajeno y al propio. Pero, de la noche a la mañana, algo pasa (o más bien alguien) que te saca de tus casillas y te abre los ojos. Te hace replantearte seriamente tus acciones, aunque él no sea consciente de ellas. Me he pasado años saltando de cama en cama, una distinta cada noche, nunca llegando a ver amanecer; falsas promesas de un “sí sí, ya estamos en contacto”. Todo eso para impedir ser analizada, para impedir que me conozcan, para no encariñarme más de la cuenta. Sin embargo, alguien, de alguna manera u otra, ha conseguido que abra la puerta de mis murallas momentáneamente; tan sólo hicieron falta un par de segundos para permitir que permaneciera intramuros el tiempo que deseara. Y ahora ya no hay vuelta atrás.